Semana Santa misionera en El Carmen de Bolívar

Pura entrega, amor y acompañamiento en este tiempo de Pascua

Actualidad de la Congregación

Fotografía de la comunidad, unida en torno a una guitarra durante la Semana Santa

Es tan grande el amor que nuestro Padre del Cielo tiene por sus hijos aquí en la tierra, que no hay lógica humana que comprenda la entrega desmedida que ÉL hace por cada uno de nosotros día a día; solo quienes han abierto su corazón y han permitido que Dios habite en sus corazones podrán comprenderlo desde su alma.

Infinitas son las situaciones que padece el mundo, hambre, maltratos físicos y verbales, rechazos, odios, suicidios, venganzas, materialismos, poder, muertes y violencias de todo tipo que han generado que en el corazón del hombre habite nada más que vacíos, tristezas y desesperanzas, logrando encontrar refugio en situaciones efímeras, desorientando el verdadero sentido de nuestras vidas para el que fuimos creados y las huellas que debemos dejar en este mundo terrenal.

Pero la gran noticia es que Dios nunca nos deja solos. Él siempre está presente en nuestras vidas, padeciendo con nosotros nuestros sufrimientos y alegrías y mostrándonos la esperanza que, muchas veces, vemos irse de nuestras manos; y es por esto que Dios ha permitido que personas en este mundo terrenal entreguen su vida completamente a los demás, anunciando esperanza y viviendo el ejemplo que Jesús vino a dejarnos por su paso en este mundo, que es el amor sin medida que debemos tener por los demás. Un claro reflejo son las hermanas Esclavas de Cristo Rey, presentes en varias partes del mundo, como Dios lo dice: ‘Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación.’ – del santo Evangelio según San Marcos 16, 15-18. Es precisamente esto lo que la comunidad de Hermanas Esclavas de Cristo Rey han realizado siempre, ir a vivir el Evangelio y llevar esperanza a muchos rincones del mundo.

Por el amor infinito de Dios, este año 2024 tuve la gran fortuna de vivir una experiencia maravillosa de Semana Santa con las Esclavas de Cristo Rey en la comunidad de El Carmen de Bolívar, en el Departamento de Bolívar. Allí las hermanas están pendientes y hacen su entrega amorosa a la Iglesia, a la escuela, a los enfermos y para todo el que las necesite ellas siempre están ahí.

El Carmen de Bolívar es un municipio que ha sido golpeado muy fuerte por la violencia, y donde las oportunidades son pocas para muchos, lo que ha llevado a que muchos jóvenes y niños encuentren un refugio en las drogas; es allí donde Dios se hace presente por medio de la gran bendición de las hermanas, para que se sepan amados y nunca olvidados por su Padre del Cielo.

En Semana Santa se realizaron las actividades propias de estos días con la comunidad de Nariño, lugar en el que estuvimos durante este tiempo. Me consoló mucho haber visto que los niños y jóvenes eran los primeros que estaban presentes en cada una de las actividades que se realizaban. Es impresionante la obra que Dios realiza a través de las hermanas, sembrando la semilla en los corazones de estos pequeños que serán el futuro de esta comunidad necesitada de tanto amor y de una transformación en sus vidas; niños llenos de ternura, inocencia y alegría que son el aliciente para los adultos de que nunca es tarde para empezar de nuevo. El tiempo de oración diario y el examen de cada día, como lo propone su Fundador Pedro Legaria en los Ejercicios Ignacianos, son el alimento espiritual de las Hermanas, por medio del cual Dios las alienta a continuar en la lucha diaria para propagar su amor a cada persona que quiera dejar entrar a Dios en vida y experimentar un gozo infinito.

También se visitaron a los enfermos, en lugares casi olvidados por el Estado, donde las carencias materiales y precariedades de vida son muchas; pero no enfermos del Espíritu, porque saben que Dios los acompaña en su dolor y los visita a través de las hermanas, con el fin último de que se sepan amados y queridos, y nunca olvidados.

Valorar es uno de los grandes sentimientos que me queda, y no existen palabras para agradecer a Dios y a las hermanas el hecho de haber podido vivir con ellas su día a día, y conocer tan de cerca realidades que muchas veces sabemos que están, pero que no las hacemos verdaderamente conscientes hasta el día en el que lo vivimos en persona. Esta experiencia fue un despertar y cuestionar la vida misma dentro de un entorno social consumista, que cada día nos exige tener una profesión, vivir en medio de lujos, alcanzar el éxito, tener dinero, tener poder, tener un estatus social para ser aceptado, estar siempre en busca de nuestra comodidad e interese propios: siempre TENER y pocas veces DAR.

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Voluntaria en la Misión

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